ORANGE SANDALWOOD

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10/28/2010

LLAMENME ESCEPTICO SI QUIEREN


No sé por qué, pero las figuras de Diostodopoderoso y de Supermán han cohabitado desde la infancia en mi imaginación. Que ningún fervoroso creyente piense por favor que es falta de respeto, porque seria un craso error. Todas las personas que me conocen saben que siempre he tenido gran admiración por toda la corte celestial de superhéroes. No sólo admiración, sino asombro, pasmo, estupefacción, algún estupor, y asaz fascinación. Si me apuran, lo elevo al encandilamiento o deslumbramiento, al desmedido entusiasmo, en ocasiones éxtasis y hasta principio de aturdimiento. Si no tengo un altar dedicado a Supermán en mi casa es por falta de espacio, o de lugar.

No, mentira, estaba siendo irónico, sarcástico o cáustico. La verdad es que el grandísimo cornudo nunca vino en mi auxilio, cuando me asaltaban los gitanillos de mi pueblo, día sí día no. Quizá mi pueblo no salía en su GPS, o tenía algún recelo de actuar contra malhechores no estrictamente caucasianos o afro-americanos. O entonces ... (ta-cháaan, salto en el vacío) quizá después de todo, SUPERMAN TALVEZ NO EXISTA, EN REALIDAD. 

Ni se imaginan cuánto me cuesta decir esto. Hasta hace pocos años, la mera sospecha de que Supermán no existiese me dilaceraba el alma, y también me la laceraba y me la despedazaba. Me quedaba hecho una penica. Para mí el camino hacia la descreencia fue una senda labrada de espinas, o de pinchos, chinchetas o tachuelas.

Todavía hoy, escéptico asumido, cuando la desgracia o contrariedad bate a mi puerta, todavía me vienen las letanías escondidas en mi cerebro reptiliano: "Que Supermán me asista!" O por lo menos que me acuda, me auxilie, socorra o ayude. Si no es mucho pedir o reclamar.


 




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