Ya habrán notado cómo el tiempo puede ser un carroñero, un Mayúsculo Bastardo, un verdadero Son of a Bitch. No se debe confundir tiempo con Tiempo. Eso sería como comparar Schubert con Richard Clayderman.
Por un lado, tenemos el Tiempo, que es algo que no existe, como todo el mundo sabe. Bueno, sí existe, pero apenas unos pocos afortunados lo han llegado a vislumbrar.
Después tenemos ese roñoso, que en adelante llamaré tiempo, así bien minusculeado. La distinción es clara. En nuestra vida, todos vivimos el tiempo, y pocos, muy pocos, llegamos a entrever la belleza en las comisuras del Tiempo.
El carroñero intentará comernos vivos, y lo conseguirá en muchos casos. A este bastardillo pertenecen la prisa, el stress, la sensación que a menudo tenemos de que alguien está viviendo nuestra vida, robándonos algo que era nuestro. El inglés llama al tiempo de espera meantime, o mean time (literalmente tiempo de en medio, pero también tiempo rácano, vil, roñoso). Nuestro enemigo es ese meantime, que nos miente bellacamente al hacernos creer que mañana será mejor. En verdad os digo que mañana (y pasado mañana, y al otro…) será mejor sólo si conseguimos extirparnos del devenir del tiempo y vivir en el Tiempo.
El Tiempo, en el caso de que caso lo encontréis, restaurará nuestra conexión íntima y vital con la existencia.
El caso es que para encontrar al Tiempo (y para vivir en Él), no hay otro camino sino matar al tiempo. No hay, simplemente, otra forma. Sólo después de haber asesinado a ese buitre de mierda, al canalla ladrón, entonces podrá reinar Tiempo en nuestras vidas.
Notaréis el cambio porque el Tiempo nos ofrece una visión de la eternidad. No la eternidad propiamente (que no existe), sino una experiencia de nuestra vida como una continuidad asombrosa, única, bellísima y creativa.
Una vez que vivimos en el Tiempo, inmediatamente reconoceréis que todo alrededor cambió, y os volveréis adeptos, tal vez incluso adictos, del Tiempo. En este último caso, no os debéis preocupar, porque el Tiempo es el mayor tesoro de este mundo y la adicción no tiene ningún efecto maléfico.
El Tiempo se distingue así de las muchas ofertas de carácter religioso que existen hoy en el mercado. El Tiempo nos brinda un Presente Continuo, tan Mayúsculo como el propio Tiempo. Un Presente en el que todo lo pasado y futuro se dan cita simultánea en un momento radiante al que llamaremos Vida.
La persona que encontró su Tiempo mira a la muerte sin miedo, y hasta esboza una sonrisa. La persona que vive en su Tiempo no entiende la expresión “perder el tiempo”, porque sabe que todo se sucede en una perfecta simultaneidad, que deja espacio para que todo sea contemplado y gozado.
Dos consejos, por último. Primero, una vez que hayáis decidido matar al bastardo, recordad que todo lo que necesitáis es un haz de rayos de luz u otra cosa de belleza similar.
Segundo, no os asustéis con la experiencia de lo simultáneo. Tantas coincidencias pueden haceros pensar en explicaciones místicas del tipo: “uhmm, esto no puede ser una coincidencia…veo aquí la mano de dios”. Nada sería más errado, en mi opinión. Aceptad, hasta comprender por vosotros mismos, que el Tiempo es el Espacio en el que habitan todos los eventos y fenómenos del mundo, y es, por tanto, proclive a la manifestación de coincidencias.