La sombra o la vida, mi señora, esto es un
asalto, le advierto que no estoy yo para bromas, y si usted colabora nadie
tiene que salir herido, oh señora mía, luz de donde el sol la toma, o por lo
menos la solía tomar... yo le pido, le ruego, que me entregue su sombra, así
por las buenas, sin resistir, le suplico, total si usted ya no la usa para
nada, y piense que para mí tener la compañía de su sombra sería maravilloso,
milady, dése usted cuenta de que en su sombra adivino yo todo aquello que amé en usted (y todavía
amo, y siempre amaré), y que consiste precisamente en todo aquello que
usted insistió en olvidar meticulosamente sobre usted misma, más tarde, cuando
decidió prescindir violentamente de las cosas que deseaba, de las cosas que
amaba, y así todas esas bellezas le fueron huyendo del alma y se almacenaron en
su sombra, una sombra que usted arrastra por costumbre y porque qué va hacer
con ella, pero yo creo que la odia en el fondo, ya ve, usted se pone a odiar
precisamente aquello que yo más amo en el mundo ¿no es extraño?, una sombra
lindísima y triste, tan triste y bella que, la verdad, viendolas juntas a ustedes dos bajo
el sol de primavera, parecería más que es usted la que se arrastra pegada a la
tierra y su sombra flota etérea sin llegar a tocar el suelo, o sea, resumiendo,
algo así como si usted no fuese ni una sombra de lo que fue un dia, oh mi bella
señora, y perdoneme la franqueza, pero en fin, divagaba, lo que quería decir es
que usted ya ni se fija en su sombra y a veces hasta parece que ni se acuerda
de ella, milady, y esa es la razón de este asalto, demela por favor, usted
jamás la mira, ni piensa en ella, porque decidió así con esa vehemencia tan
suya de usted no mirar nunca para atrás, así que una vez más le digo, démela
sin más, no me obligue a robarsela a punta de pistola, lo que sería una escena
fea e innecesaria, entienda de una vez que yo a su sombra de usted la quiero
para que me ayude a recordar, para permitir que sea la sombra la que
proyecte todo lo que usted podría haber sido si hubiese querido serlo, así como
la vida es proyectada desde nuestra propia luz y nuestro deseo y nuestra
voluntad de imaginarla, así sea, no sé si me va entendiendo, señora que lo fue
de mis sueños y de mis vigilias, que quede claro que yo a su sombra la quiero para
abrazarla en mis noches turbias de pánicos domésticos, para los días sin sol, y
para subir certas cuestas que se me hacen tan difíciles desde que usted decidió
desaparecerse, prohibirse, exiliarse de sí misma, y dejarme con esta cara
superlativa de idiota pensando, intentando conjurar cómo eran sus ojos, o la
danza de sus manos, o la temperatura exacta de su voz, o ese desasosiego tan
báltico de su corazón, o el arrebol que su rostro vestía al escuchar ciertas
palabras mías, y bueno, por todo eso se me ocurrió depositar toda mi confianza
en esta idea de que su sombra me traerá esas cosas de nuevo, de algún modo, así
que permitame de una vez que le quite ese peso de encima, si hasta le estoy
haciendo un favor, si hasta va a acabar por agradecermelo, ande, dejeme
bailar con su sombra, con su alma fugaz de estrellas y azules durante toda la
eternidad, amén, he dicho.