ORANGE SANDALWOOD

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10/05/2013

DE ESTE LADO DE LA HIERBA




-¡Quite la cabeza de ahí, hombre! ¿Pero es que no se da cuenta, leche?

No está de más la admonición, visto que el tipo tiene su cabeza en medio de la vía del tren, a la salida de un túnel.

-¡Déjeme tranquilo, ostia ya! – grita el suicida, con tanta paciencia para los consejos ajenos como tiene para la vida – ¿Se cree que uno pone aquí la cabeza sin darse cuenta? ¡Hay que joderse!

- Oiga, oiga, no se me encabrite, que a mí, plín, si le pasa el Intercity por encima de esa cabezota de usted…

-Eso, pues váyase, por favor, y déjeme concluir lo que he comenzado.

- Qué teatral. Yo le preguntaba que si no se daba usted cuenta de que hoy hay huelga de maquinistas.

El señor se incorpora de su improvisado cadalso ferroviario, y se encara con su salvadora, con aire de quien ya no tiene fuerza para luchar contra nada.

-¿Huelga? ¡No me joda! ¡No puede ser! Pero si había visto el horario y todo, y era el que venía de Alicante para Albacete…

-Mi hijo es maquinista… Créame, estoy bien informada… Hay huelga, hoy y mañana.

- Mierda...

- Ya ve… Las cosas raramente salen como las pensamos. ¿No se ha dado cuenta que cuanto más grandilocuentes nos ponemos, más proclives somos a que la vida nos deje en ridículo?

- Pues sí, ahora que lo dice usted… eso no me es ajeno, no…

- Va a tener que pensar en otro método… Quizá menos dependiente de la creciente contestación social. ¿Le apetece sentarse conmigo, ahí junto al río, y vamos charlando mientras merendamos?

La mujer apunta a lo lejos, a unos doscientos metros, donde dejó su libro y su cesta de la merienda.

- Muchas gracias, es usted muy amable. No puedo decir que tenga nada muy urgente que hacer, excepto reincidir, así que acepto. Por hoy, me voy a dar un descanso. No me creerá, pero esto de suicidarse siempre le pone a uno un poco de los nervios.

- Me imagino, sí. Bien pensado. Perdóneme usted el humor negro, pero es que me estoy acordando de un chiste que tiene todo que ver con esta situación… Aunque tal vez le parezca inadecuado…

- Venga, cuente, que falta me hace reírme…

- Tiene razón. Bueno, pues ahí va… Iba un tipo por el campo, cuando ve un señor como usted, con la cabeza plantada en la vía del tren. El caminante le pregunta. “Pero hombre de dios, que hace usted ahí”, y el otro responde: “Ya ve, mi mujer me ha dejado”, a lo cual el primero contesta: “¡Pues ya le podía haber dejado en otro sitio, esa mala pécora!”.

Ambos se ríen con ganas. El suicida es que se parte en dos, vamos, se tira al suelo, se retuerce. Celebran su alegría una y otra vez, en arcadas convulsas de vida. Repiten a retazos, entre convulsiones, los parlamentos del chiste, lagrimeando. La mujer no le deja atrás. Ambos, es seguro, recordarán este momento para siempre.

-Ay… En verdad, se nota que le hacían falta unas risas a usted…

-Anda que usted no se queda corta...

Los dos continúan hacia la zona del río, donde se sientan en un mantel de picnic. Todavía se les oye reír, cansados. La mujer saca de su cesto un sándwich y un zumo fresco, que ofrece al hombre. En el momento en que ambos le meten el diente a sus meriendas, ven el Intercity de Albacete, saliendo del túnel de estampida, como un rebaño de bisontes. Imparable.

La masticación se detiene, los corazones se paran, hasta el río se detiene. El hombre tiene conciencia de que el tren, a su paso, se lleva un destino incumplido de sangre y huesos triturados.

Al hombre le da la risa floja. En un repentino flash, se imagina la escena sin la intervención de su benefactora.

- Qué bien miente usted. No sé si agradecerle más la mentira o este delicioso jamón de york, que me está sabiendo a gloria bendita. Su hijo es tan maquinista como yo profesor de literatura comparada, ¿no?

-La verdad es que sí que lo es, en realidad. Por eso se me ocurrió lo de la huelga, ya ve. Considéreme su angelesa de la guardia. Y favor que me hace con el sándwich, que yo no necesito tantas calorías.

- De nada. Si todo en la vida fuese tan fácil… Ande cuénteme otro de esos chistes que se sabe. Si es tan bueno como el de antes, hasta soy capaz de olvidarme del asunto del suicidio. Igual me mata usted de la risa, que siempre es más agradable. Y si le parece nos tuteamos.

- Pues claro. Estaba deseando. Y en cuanto a chistes se me viene a las mientes el de las siglas EAD. ¿Sabe de qué son?

- Pues así de repente, no caigo…

- Es de la Asociación de Disléxicos de España.

Vuelven a reír como locos. La mujer no sabe uno, sino muchos, y el hombre no le va a la zaga. El río les envuelve con su mansa frescura. La risa y el sol de la media tarde les calientan los corazones. La vida parece bonita. Todos los días son buenos, piensa la mujer, si todavía estamos de este lado de la hierba.




Sándalo Naranja

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