El impacto del camión tuvo que ser una cosa
seria. Lo digo porque del choque, propiamente, no me acuerdo; apenas recuerdo
haber deseado morir, en ese momento fugaz e interminable antes del embate. Si
algo no deseaba, era quedarme inválido o comatoso. Morir de golpe,
literalmente, fue el último deseo de mi vida. Qué cosas… Nada es nunca como
aquello que esperamos.
Parece que mi deseo ha sido atendido. Estoy
muerto y remuerto. Tengo que estarlo. Lo sé porque, al recuperar la conciencia
de mí, me siento sereno y entero, lo que no sería posible si todavía estuviese
vivo. Además, no hay rastro de aquella luna espléndida que iluminaba la
carretera. Recuerdo que, poco antes del accidente, pensé que esa luna parecía
un queso gigante y radiactivo.
Sí, todo indica que debo estar en el cielo… Qué
golpe bajo para mi ateísmo militante…
Una fosforescencia tenue basta para deshacer las tinieblas, pero no me permite todavía captar ningún detalle saliente. Un haz de luz suave que se arracima en mi cara me deslumbra momentáneamente. Habituados mis ojos a ser pasajeros de la oscuridad, la luz me impide ahora la visión. Pero esto es el cielo, y… ¿qué sería un cielo sin luz…?
Así que esto es el edén, vaya. Es un ambiente
extraño y desconocido, aunque no se puede decir que sea hostil, de ningún modo.
Eso sí, ni una señal de Dios para recibirme. No es que esperase nada concreto,
y yo menos que nadie, es cierto, pero siempre le queda a uno esa ilusión de que
los ritos de pasaje tengan por lo menos algún aspecto festivo, o espectacular.
Qué chasco…
Entonces, desde lo alto, una voz masculina,
revestida de un amor sintético, edulcorado y eterno, pronuncia pausadamente:
−ATENCIÓN…VAMOS A
COMENZAR…
En varios idiomas, la misma voz. Pronunciación
perfecta. Nada mal. No distingo la presencia de altavoces. El efecto es
completamente natural, acústicamente envolvente, y siento que la vibración del
sonido me arropa dulcemente. Igual es el mismo Dios, vaya usted a saber.
Si la supo liar de esa manera en Babel, debe manejarse bien con idiomas, digo
yo…
Acostumbrado ya a la luz, comienzo a ver a mis
semejantes, deambulando por el mismo espacio amplio, con aire desorientado,
interrogante. Por los altavoces, se comienza a escuchar esta frase, repetida a
espacios regulares:
−PRIMERO RELLENE EL
IMPRESO, DESPUÉS ESPERE EN LA FILA…
La voz es ahora femenina, pero la celestialidad y
el poliglotismo son los mismos. No es que le falte cierta dulzura o amabilidad,
pero la alocución también tiene algo de frase enlatada que es repetida durante
toda la Eternidad. En fin, nada que me moleste o irrite demasiado, de momento…
Sobre una mesa enorme, recubierta de un mantel
blanco, se apila una montaña de papeles, así como cestos con bolígrafos
plateados, bien bonitos. Suspendido sobre la mesa, una especie de holograma
representa una flecha en movimiento descendente, apuntando a los impresos.
Sencillo, pero vistoso. En un área adyacente, algunas señales luminosas en el
suelo indican los espacios para formar las filas, y una zona de control,
semejante a la de un aeropuerto. La intensidad de la iluminación se transforma
para revelar gradualmente los espacios.
Todo parece armónicamente temporizado, de forma a
no producir un efecto de prisa o adocenamiento. No sé cómo es el infierno, pero
estoy bastante impresionado con la organización aquí arriba. Es bien visible un
alto standard y un control de calidad homologadísimo.
Pocas cosas, pero con clase. Buena organización.
Sin estridencias. Funcional. Eficaz. Minimalismo. Design.
Bolígrafos Waterman. Manteles de insuperable blancura. Me gusta, la
verdad. Parece que al final Dios va a ser escandinavo. Por Thor y Odín, como
decía el Capitán Trueno…
−PRIMERO RELLENE EL
IMPRESO, DESPUÉS ESPERE EN LA FILA…
No siento emociones intensas, pero reparo en que
mi percepción de todo lo circundante es inmediata y rica en matices. Observo
todo con curiosidad y buen humor. Esto es como cambiar de escuela, aprender las
nuevas reglas y rutinas, prever los obstáculos, adaptarse al nuevo paisaje. Me
siento optimista, contento por no ser un vegetal entubado en una unidad de
cuidados intensivos, o pasto de múltiples y desesperadas cirugías
reconstructivas.
Mientras algunos de mis compañeros se apresuran
diligentemente a la mesa y empiezan a rellenar el formulario, yo me intereso
más por entablar algún contacto con mis camaradas de transición. Uno puede
estar muerto, pero conserva ciertos automatismos sociales, y uno de ellos es
atender a las indicaciones de mi radar de localización de muchachas
insoportablemente bellas. Bip, bip.
−PRIMERO RELLENE EL
IMPRESO, DESPUÉS ESPERE EN LA FILA…
Allí está ella, al pie de la mesa, aunque
visiblemente tan desinteresada como yo en los formularios. Cuando mi radar la
localiza, ella ya estaba mirando en mi dirección, y diría yo que observándome
con cierta minucia. Me extasío ante su belleza gloriosa, radiante. Lo digo
porque es verdad, aun a riesgo de incurrir en una metáfora manida. Me acerco, y
sin sombra de las vergüenzas y apocamientos que tanto limitaron mi vida en la
Tierra, le digo:
−Hola. Nunca imaginé que en mi primer día de
muerto iría a tener una visión tan estimulante de la gloria eterna como la que
me estás ofreciendo ahora mismo. Casi que me entran ganas de cantar el Gloria-Gloria-Aleluya, aquí mismo…
Ella sonríe, un poco a contrapié.
− ¡Andá…! ¿Y tú cómo sabes mi nombre? ¿Es que
tengo un neón en la frente? ¿O tienes ciencia infusa?
− ¿Nombre? ¿Neón? Hum… Colijo que, por una
coincidencia astronómicamente improbable, tu nombre es Gloria… Si estoy en lo
cierto, jamás la justicia poética tuvo un triunfo tan resonante, ni en el cielo
ni en la tierra, permíteme que te lo diga. Me extraña no estar escuchando ya la
banda celestial de trompetas, clarines, zanfonas y sacabuches, tocando
querubinalmente en gozosa celebración de nuestro encuentro.
La muchacha parece confusa, mientras digiere mis
palabras, y la situación. Cuando finalmente comprende todo, estalla en una
carcajada que revela toda su esplendorosa belleza.
− REMPLISSEZ LE
FORMULAIRE, ET ATTENDEZ DANS LA LIGNE…
−Tonto… Sí, jajá. Me llamo Gloria, encantada.
−Perdona, es que estoy anonadado, son muchas emociones
de repente. Me llamo Óscar, y creo que he muerto hoy mismo. ¿Por cierto, tú
llevas muerta mucho tiempo?
−Sí. Ya perdí la cuenta, pero mucho muchísimo. A
pesar de este porte juvenil, que tanto parece haberte impactado, soy vieja
pelleja. Accidente… Como tú, ¿no? Vengo a la sala de entrada para ayudar a los
nuevos con los impresos. Es un aburrimiento mortal, puedes
creerme. Menos mal que hoy te encontrado a ti. Hacía tiempo que un muerto
reciente no me hacía reír así. Están todos como flipados, parece como si no
supiesen que se tenían que morir algún día… Mira que los veo día sí día no, y
todavía no entiendo esas jetas de sorpresa que traen… Tú pareces diferente… ¡Por
fin alguien interesante…! ¡Aleluya!
Me río. Escucho embelesado, sonrío, sin saber bien si debo atender a lo
que oigo, o concentrarme en los dientes perfectos de Gloria, en su sonrisa como
una dádiva, en su belleza insoportable, en sus piernas descubiertas por un
vestido vertiginosamente audaz, o en las esmeraldas de sus ojos. Es la suya una
belleza inmanente, diríase eterna, y
al mismo tiempo fresca, nueva, espontánea. En el vano intento de absorber
el todo de una bocanada, me voy desgranando ordenadamente en
las muchas bellezas singulares de mi radiante amiga.
−Mira, Gloria mía, espero que no te moleste mi cara embobada,
pero es que debo estar pasando por una especie de epifanía en este mismo
momento… Espero también que la baba no me esté cayendo de forma muy ostensible,
y si lo hace, que no sea encima de tus preciosos zapatitos…
Gloria vuelve a morirse de risa.
−Jo, Óscar, tranqui,
hombre, componte un poco, que ya verás que después esto se te pasa. Son todas
las emociones…
−No, pero si es buenísimo, por favor si puede
ser, que no se me pase nunca jamás. Lo llamo epifanía más por risa… Otros lo llamarían
orgasmo visual, pero esto del cielo me intimida un poco. En el plano moral,
sobre todo, ya sabes…
Gloria sonríe, se arregla el pelo, se rasca la
orejita. Haga lo que haga, hasta en las cosas más tontas, es irresistiblemente
encantadora.
−Venga, cuéntame entonces esa epifanía tuya…
−No sé si consigo… Es que me estoy dando cuenta
ahora que allá abajo, precisamente cuando tenía el tiempo contado, lo
perdí todo sin decidirme, pendiente de bobadas… Siempre dejando de decir y
hacer las cosas importantes, siempre esperando una mejor ocasión… Al final, se
me echó un camión encima y ya ves…
−Ya… Pasa mucho, eso… Si yo te contara…
−… Y ahora que tengo toda la eternidad por
delante, y lo primero que me pasa es precisamente verte a ti, pues, siento como
una urgencia de no perder ni un segundo… Qué tontería… Ahora que podríamos,
técnicamente, perder el tiempo, me viene esta premura de decirte que te quiero
besar y tocar y amarte, y nadar desnudos, y escribir poemas juntos, y oír
música y… quisiera que fuese ya mismo, sin esperar ni un segundo más… ¿Entiendes?
- PLEASE FILL OUT A
FORM FIRST, THEN WAIT IN THE LINE…
Gloria se ruboriza, poniendo más colorines en
esta blancura azulada del entorno, que ya amenazaba con cansar un poco la vista
de Óscar.
−Yo entenderte, te entiendo, y créeme, te lo agradezco.
Sólo que siento tener que cortarte tus preciosas palabras para recordarte, Óscar,
mi lindo muertito, que tienes que
rellenar…
−… el impreso, claro, claro, y hacer fila, lo que
tú quieras, lo que me pidas. Menudo soy yo acatando órdenes… el mejor… ya
verás…
−Eres graciosísimo. Debes ser el primer muerto
que no me acribilla a preguntas, no sabes cuánto te lo agradezco.
Óscar coge un impreso y un bolígrafo, pero su
atención está totalmente centrada en Gloria, claro.
−¿Preguntas? ¿Como qué, por ejemplo?
−Pues que qué se hace aquí en el cielo, que si es
divertido, que si la moral es muy estricta, que si hay videovigilancia, que si
pueden hablar personalmente con el Jefe, que si se puede… bueno, eso, ya me entiendes, imagínate… Hasta
hay quien pregunta si es obligatorio ir a misa, para que veas lo que tengo que
aguantar…
−Ay, Gloriíta de mi alma redimida, y de mi
corazón… la verdad es que entre todo lo que mencionas, sólo hay una cosa que me
genera alguna inquietud, ya te puedes imaginar cuál es… No veo la hora de
perderme contigo en alguna nube discreta… Pero me basta sumergirme en las
lagunas verdosas de tus ojos, o incendiarme en los arreboles de tus mejillas,
por así decir, y todas mis inquietudes se vaporizan en el éter cálido de
tu aura gloriosa. Como si dijéramos. O dijésemos.
Gloria se ríe, todavía arrebolada y eternamente
encantadora.
−DEVI COMPILARE UN
MODULO, QUINDI ATTENDERE IN LINEA…
−Tonto… Anda, rellena esa cosa horriblemente
aburrida y ponte en la fila. Yo voy a hacer como que ayudo a algún muertito
más, responder algunas preguntas idiotas, y te veo después, en el prado.
Lacerantemente me divido entre la necesidad de
dar atención al impreso (que odio con toda mi alma) y absorber hasta la última
gota de la belleza de la muchacha, que se va despidiendo, caminando levemente
para atrás, y lanzándome un beso con la mano.
Nunca, pienso, existió nadie tan bello sobre
la faz de la tierra, ni en el cielo, ni en ninguna dependencia anexa o secreta.
La gloria eterna debe haber sido así llamada después de andar por aquí esta
muchacha, iluminando el Edén con sus dones.
−A ver… espera… ¿Qué debo poner donde dice
RELIGIÓN? Leñe, ya estamos controlando… Poner que soy ateo… ¿me podrá
perjudicar? ¿Es verdad que Dios lo sabe todo?
¿Y si miento y me pillan, no será peor? ¿Me prohibirán verte de nuevo, y
sempiternamente? ¿Me castrarán químicamente? No, por Dios… Mira, esto que quede
entre tú y yo, pero no tengo la más mínima confianza en esta gente… Nunca la he
tenido… ¡No quiero ver al Jefe, sólo quiero estar contigo… y si no puedo, que
me dejen morirme de verdad !
¡Dime algo YA o empiezo a blasfemar aquí mismo! ¡Mira que no me
falta práctica!
− ¡Shhhhh…! Pon “bautizado”, por si acaso, y
cálmate... y no grites... Después de pasar el control, siéntate en el prado,
cerca del árbol grande. Pon cara de imbécil. Aunque te cueste un poco, jajá...
No hables con nadie, a no ser que alguien de la organización te pregunte algo.
Cuanto mejor sea la cara de imbécil, menores serán las posibilidades de que te
pregunten algo. No hagas nada para destacarte. No hagas reír a nadie... sobre
todo, que no me entere yo que haces reír a ninguna mujer… Te quiero todo para
mí. Te vas a enterar tú de lo que vale una eternidad, conmigo.
Gloria se pasa graciosamente las manos por el
torso, como en una coreografía seductora, mientras dice esas últimas palabras.
¡Qué mujer, por Dios, por Dios...!
Soy un nido de paradojas. En mi primer día de
muerto, me siento vivo como nunca antes. Me quito el reloj, milagrosamente
entero, y lo dejo en una de las cestas de bolígrafos. Ya no lo necesitaré,
creo. Además, igual sonaría en el control de metales, y no quiero llamar la
atención. Yo solamente quiero llamar la atención de mi Gloria divina. La
eternidad que espere.
Pongo mi mejor cara de idiota… Me saco la camisa por fuera del pantalón, para prevenir que algún ángel de seguridad repare en la protuberante alegría que anida bajo mi cintura. Temo que algún ángel vengador pueda desenvainar su vengativa cimitarra con la intención de convertirme de forma expedita en un miembro del Coro de Castrados H.H.H.H. (HUMMING HIGH YOUR HIGHNESS IN HEAVEN: único coro en el orbe en que la característica común a todos los miembros es, precisamente, carecer de miembro). No me hagan caso, es que estoy delirando un poco, ya se me pasa… En fin, es sabido que ángeles envidiosos y resentidos es cosa que no falta en el cielo, seguramente, y nunca está de más prevenir.
−SIÉNTENSE EN EL PRADO Y AGUARDEN INSTRUCCIONES.
SI NO SE LES OCURRE NADA, PRUEBEN A ORAR... DIOS ES GENEROSO. DEN GRACIAS POR
SU SALVACIÓN, POR EJEMPLO, Y HAGAN POR MERECERLA...
Pasado el momento siempre delicado del control de
fronteras, camino con estudiado paso bovino hasta el Prado de los Soñadores,
donde, bajo la acogedora sombra del gigantesco ailanthus, me siento apaciblemente, y aguardo impaciente la llegada
de mi amor. Tal vez, si tenemos suerte, viviremos juntos y felices un momento
jubiloso y fugaz de esta eternidad gloriosa en la salvación. Amén. Hosanna. Pax
vobiscum. Gloria in excelsis, sin que Deo nos dé mucho la lata, si no es mucho pedir.